Las herraduras para caballos son piezas en forma de una "U", construidas de hierro, caucho, plástico o cuero, que se clavan o se pegan en el borde de los cascos de los caballos. Las herraduras utilizadas para los bueyes y vacas tienen otra forma que se adapta a sus pezuñas, dos uñas en cada pata. Se utilizan para proteger los cascos y pezuñas contra el desgaste y la rotura. Las primeras herraduras tenían clavos o lengüetas que sobresalían para proporcionar tracción adicional (éstas aún siguen usándose en algunas competiciones de caballos).
Desde el siglo XIX existe un gran debate científico sobre la existencia o no de herraduras en la Antigüedad. Sí está claro el uso de "hiposandalias" (en griego ippodémata o kardatínai, de cuero a partir del siglo IV a. C.), unas protecciones móviles de metal, esparto o cuero que, sujetas con cintas, se utilizaban sólo puntualmente, en función de la dificultad del terreno o la longitud de un viaje. No hay textos literarios sobre el uso de herraduras anteriores al siglo IX d. C., pero en cambio sí numerosos hallazgos arqueológicos en distintos países (incluida España) que inclinan a aceptar su existencia, si bien no sistemáticamente extendida, o al menos no para los caballos de guerra (faltan, por ejemplo, en todas las tumbas hallstáticas que incluyeron caballos). Igualmente, el origen de la herradura sigue sin estar claro, aunque se apunta hacia pueblos bárbaros del oriente del Imperio romano, que usarían algunas protecciones clavadas al menos desde los siglos IV-II a. C.
Existe una gran variedad de herraduras, de diferentes materiales y estilos, desarrolladas para los distintos tipos de caballos y el trabajo que realizan. Los materiales más comunes son el acero, el aluminio y el plástico, aunque algunas herraduras especializadas están hechas de magnesio, titanio o cobre
El caballo es un animal que requiere unos cuidados constantes, sobre todo en sus extremidades, ya que se trata de una zona que soporta un gran peso debido a las dimensiones de su cuerpo. Los pies tienen que estar en perfectas condiciones para que puedan correr sin que alguna molestia se lo impida. Estas atenciones no son indispensables en caso de que el animal viva en libertad, pero con motivo de los esfuerzos que el humano le obliga a realizar, como caminar por el asfalto o galopar, los pies y las patas sufren una presión excesiva y se deterioran con mayor facilidad.
Un caballo sin unos buenos cascos es un caballo inseguro, nervioso y desconfiado al andar. El casco se divide principalmente en tres partes: la primera de ellas se sitúa en la parte exterior y recibe el nombre de pared y crece desde la corona hacia abajo. Por otro lado está la parte cóncava que protege el casco de las lesiones y que recibe el nombre de suela. Es una zona muy sensible debido a su delicadeza por la fina capa que presenta, por ello hay que tratarla con mucho cuidado. Por último se encuentra la ranilla, cuya función es la de amortiguar y evitar el deslizamiento del casco; un mecanismo que permite la contracción y extensión del casco al caminar.
Existen numerosos factores que contribuyen al buen estado de las extremidades del equino, pero uno de los más importantes es la limpieza diaria. Para ello, hay que eliminar la suciedad desde el talón hasta la lumbre con un ‘limpiacasacos’, prestando especial atención para que el producto no penetre en las zonas blandas de la ranilla, que siempre tiene que estar limpia para evitar problemas en el casco.
No sólo es importante limpiar la zona afectada, en este caso, los cascos, sino que además es preciso mantener en condiciones óptimas el establo y la paja, porque si estos dos elementos contienen impurezas, el continuo contacto con ellos supondrá una infección para el caballo. De la misma forma, debemos procurarle una alimentación equilibrada, ya que ingredientes como la biotina ayudarán al buen estado de los cascos y las crines.
Los cambios del grado de humedad influyen sobremanera en el deterioro de los cascos, es por eso que hay que esforzarse para que estas alteraciones sean las mínimas posibles. Esto se produce una vez finalizado el entrenamiento, puesto que pasa bruscamente de estar en constante movimiento a permanecer estabulado y relajado, sin realizar ningún tipo de ejercicio. Para evitar estos cambios se aconseja utilizar una aplicación tópica encargada de sellar la cantidad correcta de humedad, permitiendo la distribución y penetración necesaria de oxígeno.
Si desprenden mal olor, indica que se ha producido una infección grave. Es entonces cuando hay que proceder a la limpieza completa del casco, aplicando agua oxigenada. Posteriormente, hay que comprobar si la herradura se mantiene en perfectas condiciones, es decir, si continúa bien colocada y los remaches bien apretados. Estos pasos son fundamentales, porque si las diversas enfermedades se desarrollan, el caballo terminará cojeando.
Factores primordiales
El momento adecuado para comprobar diariamente si todo se encuentra en perfecto estado es justo antes y después de la monta. Si nuestro animal es un potrillo, es fundamental esta revisión rutinaria porque, en caso de anomalía, se evitarán problemas futuros. Para que éste se acostumbre a levantar la pata en el momento del herraje, un buen ejercicio de doma es levantarle todos los días las extremidades.No sólo es importante limpiar la zona afectada, en este caso, los cascos, sino que además es preciso mantener en condiciones óptimas el establo y la paja, porque si estos dos elementos contienen impurezas, el continuo contacto con ellos supondrá una infección para el caballo. De la misma forma, debemos procurarle una alimentación equilibrada, ya que ingredientes como la biotina ayudarán al buen estado de los cascos y las crines.
Los cambios del grado de humedad influyen sobremanera en el deterioro de los cascos, es por eso que hay que esforzarse para que estas alteraciones sean las mínimas posibles. Esto se produce una vez finalizado el entrenamiento, puesto que pasa bruscamente de estar en constante movimiento a permanecer estabulado y relajado, sin realizar ningún tipo de ejercicio. Para evitar estos cambios se aconseja utilizar una aplicación tópica encargada de sellar la cantidad correcta de humedad, permitiendo la distribución y penetración necesaria de oxígeno.
Cómo limpiarlos
La ranilla es una de las partes más sensibles de los cascos y la que demanda más atención porque en sus surcos colaterales se suelen incrustar piedras o elementos punzantes, además de ser el lugar donde reposan las bacterias, por lo que es un foco constante de infecciones en el caso de que no se limpien a menudo. Cuando llega el momento de higienizar la ranura central es preciso percatarse de si en ella existen grietas o algún corte: si es así es culpa de la sequedad de la zona.Si desprenden mal olor, indica que se ha producido una infección grave. Es entonces cuando hay que proceder a la limpieza completa del casco, aplicando agua oxigenada. Posteriormente, hay que comprobar si la herradura se mantiene en perfectas condiciones, es decir, si continúa bien colocada y los remaches bien apretados. Estos pasos son fundamentales, porque si las diversas enfermedades se desarrollan, el caballo terminará cojeando.
El estado de la herradura
La base de los cascos tiene que estar continuamente en buen estado, pero los esfuerzos que el caballo realiza diariamente no ayudan a mantenerlo, por eso se recurre al herraje, para evitar su desgaste y cuidarlos del deterioro. Colocar correctamente la herradura es muy importante, ya que va a ejercer el papel de suela, imprescindible a la hora de moverse por el asfalto.Cuando los cascos sobrepasan el límite de la herradura, no se utilizan los clavos adecuados a su tamaño o el equino pierde el equilibrio, significa que el herraje, o está mal realizado o es el momento de cambiarlo. Hay que tener en cuenta que para que una herradura sea colocada correctamente, los cascos deben de estar planos y, para ello, es necesario recortarlos o limarlos, de lo contrario se tambaleará hacia los lados o se deslizará hacia delante o hacia atrás, lo que incentivará su agresividad por el dolor que le produce.